Gran parte de las actividades diarias como la asistencia a la escuela o al lugar de trabajo y hasta las compras, se trasladaron al plano de la virtualidad con la irrupción de la pandemia. Sin embargo, lejos del ámbito urbano, en donde la conexión es prácticamente nula, lo cotidiano debió repensarse. En la zona rural conocida como la “puerta del Impenetrable”, en Chaco, habitan 17 comunidades y en cada una viven unas 30 familias. Con escuelas y centros comunitarios cerrados, prácticamente sin Internet y en contextos vulnerables, en los últimos meses, docentes y acompañantes se organizaron para dar apoyo escolar y asistencia a las familias y no solo pelear contra el coronavirus sino también frente a la exclusión y la deserción.
Juan Chalbaud (32) llegó a la provincia cuando cursaba el último año de la secundaria y la escuela a la que asistía en Buenos Aires lo invitó a misionar en la zona con los habitantes de los parajes. Algo lo movilizó e hizo que volviera todos los años, mientras avanzaba en la carrera de ingeniería industrial. “Con el tiempo surgieron las ganas de compartir más de nuestras vidas, de poder brindar algo más que nuestra presencia. Buscamos darles a las familias más posibilidades”, relata a TN.com.ar.
Así nació “Monte Adentro”, la organización que cofundó y que desde hace cinco años trabaja con el objetivo de generar condiciones y oportunidades que les permitan a las personas, que nacen y crecen en zonas rurales, llevar adelante un proyecto de vida sin tener que irse. “Nació del vínculo con las comunidades rurales y el deseo de poder generar oportunidades junto a las familias. Muchos se tuvieron que ir y terminan vendiendo la tierra, o en muchos casos dedicándose a la industria de la madera, que es insalubre y además mal pago”, cuenta Chalbaud, que de forma paralela se instaló en la ciudad de Tres Isletas, uno de los distritos más cercanos a los parajes.
Según enumera, junto con los voluntarios, trabajan sobre cinco ejes de desarrollo integral: educación, deporte, salud, oficios y fortalecimiento comunitario.
El problema con la irrupción de la pandemia en la Argentina, de la mano con el aislamiento decretado en marzo, fue que muchas de esas actividades se vieron afectadas. “En uno de los parajes inauguraron un centro comunitario con una sala digital rural, a la que asisten más de 50 niños, niñas adolescentes, en el Paraje rural Colonia El Boquerón”, indica Juan.
“En mayo logramos arrancar con un programa de huertas comunitarias, que se desarrolla plenamente al aire libre”, cuenta sobre la actividad en la que trabajan en articulación con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). “Ellos nos proporcionan las semillas y los instructores, las familias aprenden y luego lo reproducen en sus casas”, resume.
Uno de los objetivos es, además del autoconsumo, vender el excedente y obtener un ingreso.