Muy difícilmente, Dan Auerbach (guitarra y voz principal), antiguo capitán del equipo de futbol del instituto Firestone High School, podría haber imaginado en 2001 la productividad que su asociación musical con el introvertido alumno Patrick Carney (batería y voz) le iba a reportar en poco más de diez años. La pasión que ambos compartían por el blues y el rock & roll clásico les llevó a compartir horas y horas tocando en el sótano de Carney sin que ninguno de sus amigos decidiera dejar por un momento de fumar hierba y jugar a la consola para unirse al proyecto (tal y como Auerbach ha llegado a afirmar en alguna entrevista). Convertidos casi por necesidad en un dúo (guitarra y batería) la banda comenzó a grabar sus temas y versiones de conocidos blues gracias al grabador analógico de ocho pistas propiedad de Carney. Solo un pequeño sello independiente de Los Angeles, Alive, se lanzó a producir el primer álbum de la banda tras escuchar sus primeras maquetas.
Dos años más tarde, y después de haber girado por todo el mundo gracias al éxito de su anterior álbum, The Black Keys lanzan el disco que les ha convertido en lo que hoy son. Se trata de Brothers (Nonesuch, 2010) grabado en los legendarios Muscle Shoals Sound Studio de Alabama y producido por Mark Neill, un trabajo por el que la banda resultaría galardonada con tres premios Grammy. El álbum seguía parcialmente la senda iniciada con Attack & Release, aunque los temas aquí se antojaban más oscuros, lentos y en ocasiones cercanos al pop. La única canción del disco producida por Danger Mouse, “Tighten Up”, fue presentada como el primer single del mismo cosechando un éxito casi instantáneo dentro y fuera de los circuitos del rock (incluso llegó a aparecer en la banda sonora de videojuegos muy populares como Fifa 11). Visto desde la distancia Brothers es indudablemente un disco complejo. Su sonido presenta un sistema referencial que va desde el blues clásico (la banda nunca ha dejado de incluir escalas pentatónicas en sus creaciones), hasta el pop-rock de los ochenta y el soul-funk de los sesenta y setenta.
Definitivamente, el éxito de Brothers llevó al dúo al estrellato. Sus conciertos, para los cuáles hoy cuentan con hasta tres músicos de apoyo, son hoy eventos multitudinarios en grandes estadios o pabellones. De repente, una banda que solía sonar en pequeños bares de rock, blues, etc., comenzó a colocar sus canciones en discotecas centradas en otros estilos musicales. Personalmente, no puedo negar lo extraña que resultaba la sensación de escuchar al temas de este álbum como “Howling For You” sonando en discotecas después de artistas como Pitbull o Rihanna. Más extraño aún, resultaba intentar argumentar frente a amigos enganchados a la banda desde Brothers la forma en la que personalmente entiendo a The Black Keys como una banda que, partiendo del blues, parece haberse dado a la experimentación evolutiva de este género en sus últimos trabajos.
A todo esto, el grupo lanza al mercado su séptimo álbum, El Camino (Nonesuch, 2012), cuyo primer single, “Lonely Boy”, se convierte rápidamente en una de esas canciones que por un tiempo son imposibles de evitar en cualquier local de copas, emisora de radio, cadena de televisión, etc. El éxito que ha tenido este disco ha convertido definitivamente al dúo en un fenómeno de masas. Gran parte de sus seguidores combinan ahora sus canciones en sus reproductores de MP3 con las de grupos superventas como Coldplay y Muse, y sus raíces blues son para muchos la gran etapa desconocida de una de las nuevas bandas del momento (llama la atención como algunos conocidos se sorprenden por el número de discos grabados por los de Akron hasta la fecha). Por otra parte, algunos de los que se engancharon a The Black Keys con trabajos como Magic Potion en 2006, han dejado hoy de prestar atención a sus nuevas propuestas por considerarlas puestas al servicio del gran negocio de la música pop a nivel mundial.
Una vez repasada de manera resumida la trayectoria que llevó a The Black Keys del local de Carney al Madison Square Garden, lo interesante desde mi punto de vista es, a través del análisis de sus últimos trabajos, intentar dilucidar cuáles han sido los pactos y las rupturas del sonido del grupo respecto a su propuesta de blues incial. Bajo mi punto de vista, The Black Keys siguen sonando a blues. Quizá se trate de algo que solo ven aquellos oyentes que conocen las raíces del grupo y quizá sus nuevas canciones hagan más concesiones a aspectos como la artificiosidad y ornamentación pop pero sin duda, cuando uno escucha temas como “Unknown brother” o “Little Black Submarines” resulta imposible no reconocer en ellas los postulados musicales que pusieron en marcha el proyecto.