domingo, 17 de marzo de 2024

Blink-182 y The Offspring en Lollapalooza 2024: los peligros y la gracia del punk

Las bandas californianas marcaron con nostalgia, distorsión y chistes el cierre de la primera de tres jornadas festivaleras en el Hipódromo de San Isidro.

El cierre del escenario principal en la primera jornada de Lollapalooza Argentina fue del punk rock, con The Offspring y Blink-182, en dos presentaciones que mostraron resultados, no opuestos, pero sí muy diferentes. ¿La clave? Su relación con un concepto central de ese género: el peligro.

En la época de Smash (1994), acaso hasta Ixnay on The Hombre (1997), tal vez hasta Americana (1998) siendo buenos, The Offspring solía ser una banda peligrosa. No por contestataria o radical: sus discos eran inspiradores y sus shows, furiosos, y con eso alcanzaba. Uno salía de verlos con ganas de hacer algo intenso: correr rápido, tener sexo, revolearle un adoquín a un diputado, cada loco con su tema. Ahora, en cambio, parecen haber perdido el impulso de sacudir a su audiencia: con tocar más o menos correctamente sus hits se dan por satisfechos, como esos grupos que entran en la dinámica de grabar un disco sin transpirar para después dedicarse a hacer caja en el circuito de fiestas nacionales repasando sus grandes éxitos.

Es cierto que no los ayudó el sonido, que los años no vienen solos y que algunas elecciones del setlist empalidecen ante las joyas de su era dorada (no hay “Can’t Get My Head Around You” que le haga frente a un “Come Out and Play” o un “Self Esteem”), pero el problema está en la actitud: son muy profesionales, todo lo que tenga que ver con la destreza técnica está en su lugar y su concierto fue entre interesante y divertido, pero la vara estaba alta y ya no dan miedo. Hasta tuvieron el mal tino de cortar “Bad Habit” por demasiado tiempo justo antes de la parte recitada que dice “drivers are rude, such attitudes…”: innecesario coitus interruptus que le quitó a la audiencia un motivo para romper la inercia.

Y después llegó Blink-182, la banda estrella de la noche, que no tiene problemas con el peligro porque nunca lo transmitió, ni lo quiso transmitir, ni nadie se los pidió jamás. Con más de treinta años de carrera (aunque no parezca: los conocimos con Enema of the State del 99, pero su primer disco Cheshire Cat es del 95), el trío de Mark Hoppus, Tom DeLonge y Travis Barker es el meme de Burns/Jimbo hecho banda: gente de 50 que se viste con las mismas bermudas y la misma gorra que a los 25 (nobleza obliga: están intactos en lo físico, cosa que no se puede decir de los de Offspring), haciendo los mismos chistes de pitos, culos y pedos que cuando iban a la prepa.

Como si vivieran encerrados en American Pie, clavan un uno-dos en cuatro minutos y monedas con “Anthem Part Two” y “The Rock Show” y ya pasan a meterse de lleno en “Family Reunion”, acaso la letra más tarada jamás escrita (“mierda, pis, coger, concha, chupapija, hijo de puta, tetas, pedo, sorete, concha, me cogí a tu mamá”). “Me gusta las tetas” (sic) declama DeLonge, para que Hoppus lo asista diciendo “primero gracias, segundo Francia” (alguien hizo los deberes) y preguntando dónde se consigue el mejor anal de Buenos Aires. Por su parte Barker, un extraño caso de virtuoso de la batería tocando en un grupo de pop-punk, deja la vida en “Violence” (hace un solo y toca a ciegas, con una toalla en la cabeza) y más adelante rompe las reglas cantando el hardcore cortito de mordida apretada “Fuck Face”. Pero lo que más hay son canciones de chicle como “Dance With Me” o “Aliens Exist”: melodía, distorsión y humor chabón para que nada cambie.  

La madurez llega en la segunda mitad del concierto -justo después de que el bajista se queje de la carga que les representa ser mejores que los Beatles- con el bloque bajonero de “Stay Together for the Kids”, “Down”, “Bored to Death” (si el resto del set es una comedia estudiantil de trazo grueso, esta canción es la escena en la que todos están tristes porque se graduaron y se tienen que separar) y la hermosa “Miss You”, cantada a gritos. “Turpentine” va en la misma tónica oscura, hasta que en el final vuelve el Blink-182 que te extiende el dedo y te pide que se lo jales con “What’s My Age Again?”, “First Date”, “All the Small Things” y “Dammit”. Un break, la emotiva “One More Time” con un montaje de material de archivo propio y bajada de telón para un show que solo busca entretener (no motivar, no asustar, no inspirar: en-tre-te-ner) y, si sos de los que se descostilla de risa con ¿Y dónde están las rubias?, sin duda lo logra. 

Otro elemento une a Offspring y Blink-182: los Backstreet Boys. Mientras el trío los parodiaba en el video de “All the Small Things”, Dexter Holland ponía sobre el escenario unos muñecos vestidos como la boy band y los destrozaba a batazos. Funciona como analogía de lo visto en el Lolla: unos eran pesados y se quedaron sin nafta, los otros se reían y no tienen que esforzarse mucho para seguir riéndose. El peligro tiene esas cosas: si lo vas a buscar, asegurate de que lo vas a encontrar, o si no mejor cruzá de vereda.

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