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domingo, 13 de octubre de 2024

King Crimson en Argentina: a 30 años de una de las epopeyas más curiosas del rock progresivo

Entre septiembre y octubre de ese año, Robert Fripp y compañía tocaron en Buenos Aires, Córdoba y La Plata: conocé la historia.

En plena calle Corrientes, la enorme marquesina del teatro Broadway promociona los shows de King Crimson en Buenos Aires. Ni el más entusiasta seguidor de la banda británica podía fantasear con semejante anuncio. La creación de Robert Fripp, el notable guitarrista que puso la piedra fundacional del rock progresivo a partir del álbum In the Court of the Crimson King (1969), eligió nuestro país como base de operaciones en pos de una nueva reinvención. La estadía duró un mes. Entre septiembre y octubre de 1994, Fripp asumió el riesgo de probar la continuidad del grupo sin utilizar ni un solo truco de la galería de resurrecciones nostálgicas, una práctica habitual tanto en el rock más mainstream como por las excelsas bandas de culto.  

Luego de 10 años de silencio, Crimson volvía a reformularse a partir de un doble trío. Integrantes históricos como Bill Bruford (batería), Tony Levin (stick y bajo) y Adrian Belew (voz y guitarra), compartirían equipo y responsabilidades con Pat Mastelotto (batería) y Try Gunn (stick), músicos sin tanto renombre pero dueños de una foja de servicio sobresaliente. El supergrupo ensayó en los Estudios El Pie, tocó a modo de precalentamiento en Prix D’Ami, un coqueto boliche de rock ubicado en Belgrano, realizó 10 funciones en el Broadway, y agregó fechas en Córdoba y La Plata. Una locura desatada para tantos acólitos al culto Carmesí que desde los tempranos 70 ni soñaban con ver a la banda que grabó discos indispensables como Lizard (70), Islands (71), Larks’ Tongues in Aspic (73), Red (74) o Discipline (1981). Sin ellos es imposible entender la evolución del rock en los 70 y los tempranos 80.

En total fueron 15 shows organizados de manera independiente por una productora argentina creada para la ocasión, una epopeya compartida entre la banda y los productores, a partes iguales en materia de ganancias o pérdidas. La idea surgió de un músico argentino, Hernán Núñez, miembro del grupo The League Of Crafty Guitarists, un formidable ensamble de guitarras creado por Robert Fripp. “Tenía la intención de traer a Fripp a la Argentina cuando todavía el retorno de Crimson era un proyecto muy a largo plazo”, dice Núñez desde su casa en Berlín. “Robert ignoraba que en Argentina existiera tanta pasión por la banda, ni siquiera sabía que en Argentina se habían editado sus discos”. Fripp confió en la visión de uno de sus colaboradores más cercanos en todo lo referido a la organización del planeta Guitar Craft. “De ahí en más comenzamos a planear el proyecto, que implicaba armar algo de características imposibles debido a los requerimientos, una producción para nada standard, totalmente atípica e independiente, afuera de los cánones de la industria del rock”.

Hernán Núñez es representante de Fripp y King Crimson, también oficia de tour manager, y en 1993 lo trajo por primera vez al país cuando el guitarrista presentó su String Quintet. Para el desembarcó armó con tres amigos (Frank Landa, Felipe Jolly y Uki Goñi) Possible Productions, una empresa local que también contaba con la colaboración de Gustavo Di Cesare, otro gestor cultural que impulsó la llegada de artistas rutilantes como Peter Hammill o John Cale. “Fue un proyecto más acotado y logísticamente mucho más simple, queríamos testear las aguas y superó todos los pronósticos, realizamos tres shows con entradas agotadas en el Teatro Coliseo y dos adicionales en el Paseo La Plaza, el próximo paso fue organizar un curso de Guitar Craft en Gándara (Chascomús). A esa altura sabíamos que se podía encarar los shows de King Crimson en Argentina”.

En 1994, la economía del país no pasaba por un gran momento, pero la paridad cambiaria ofrecía un plafón para jugarse los ahorros en una empresa soñada, el uno a uno achicaba riesgos y acercaba oportunidades para organizar shows internacionales. “Gracias a esta circunstancia pudimos hacerlo, y también nos favoreció que Crimson vino bajo condiciones muy flexibles: no hubo contratos ni cachets, básicamente un joint venture con Robert y de palabra. Nosotros cubríamos los gastos (pasajes, transporte de equipos, estadía, espacio de ensayos, los técnicos, plomos) y al final del proyecto nos sentábamos para saber cómo habíamos salido”, cuenta Núñez la trama secreta de un acuerdo que repartía a partes iguales porcentajes entre la producción y la banda.

La aventura King Crimson en Argentina contemplaba varios desafíos de producción: un mes de estadía para los músicos, procurar un espacio amable como Prix D’Amí que permitiera poner en forma a la banda, también un teatro de mediana capacidad, independencia total y ningún sponsor. “Robert ardía por tocar con esa nueva formación de doble trío y ejecutar el nuevo material para luego grabar un álbum siempre y cuando hubiese magia… y la hubo”, dice Núñez. “La línea de pensamiento de Fripp era muy clara y simple: un proyecto donde KC pueda reestructurarse y desarrollarse de manera independiente, autofinanciado, realmente autónomo”.

La condición de testear el nuevo formato de banda a riesgo de quedarse sólo en el intento surgió en las sesiones de grabación en Woodstock, unos meses antes de llegar al país, Siempre la idea rectora fue tocar material nuevo por encima de volver a ensayar el viejo repertorio. El resultado de esas primeras sesiones se transformó en un EP llamado VROOOM. “Muy crudo e intenso, tipo demo. Recién luego de esa experiencia se confirmó Argentina, y vinieron con ese EP recién editado”, cuenta el músico que también integra Los Gauchos Alemanes junto al gran guitarrista argentino Fernando Kabusacki.

“En total fueron 15 shows, si bien hay mucha información errónea online y bastante confusión, la seguidilla comenzó con tres presentaciones en Prix D’ami, diez en el Broadway (contando los dobletes) y dos más en Córdoba y La Plata, respectivamente”. Todos los ensayos se realizaron en los estudios El Pie y la producción tuvo que lidiar con una inesperada competencia. “La movida de Yes en el Broadway fue armada por una ‘gran productora’ de ese momento, quienes vieron su oportunidad de capitalizar la llegada de Crimson Buenos Aires trayendo a Yes para que se presente casi al mismo tiempo. Al final el tiro les salió por la culata. Los integrantes de Possible Productions trabajaron en la refacción del teatro que estaba muy venido abajo, pero estaban lejos de llegar a concluir la obra. Ahí aparece la productora para poner en condiciones la sala a la espera del show de Yes, programado unos días antes de la serie de conciertos de KC”.

“Tuvieron que renovar el sistema de electricidad, pintar ciertos sectores y realizar otros arreglos. Y eso nos terminó ayudando muchísimo. De todos modos, la intención real fue paralizar la boletería de KC. Sucedieron cosas inaceptables, nos bajaron la marquesina, los afiches, pero no funcionó. La gente entraba al foyer a comprar entradas para Yes y veía dos boleterías, una enfrente de la otra, la maniobra de esa productora propulsó el interés por KC, que ya era fuerte, pero a partir de ahí explotó la venta de entradas”. 

Un año después de los shows porteños, Discipline Global Mobile Records lanzó B’Boom (Official Bootleg – Live in Argentina), un CD doble que registra distintos momentos en el Teatro Broadway e incluye una versión de “Hearbeat” grabada en el concierto de Córdoba. Según explica Robert Fripp en la página web de Crimson, la edición es la respuesta a un álbum pirata “con una calidad de sonido espantosa”. “Fue grabado con un datman bien escondido por un bootlegger profesional italiano que viajó especialmente a Buenos Aires con el fin de grabar un show de KC”, dice Núnez.

King Crimson modelo 1994 estrenó un formato de banda que permitía un nuevo lenguaje rítmico a cargo de dos baterías cruzadas en una fina polirritmia. “Esa idea proporcionaba un vuelo necesario para gran parte del material de ese momento”, dice Núnez. De la violencia extrema (“VROOM”, “Sex, Sleep, Eat, Drink, Dream”), a la belleza crepuscular (“Matte Kudasai”, “One Time”), el sexteto mayor cubre todo con una perfección técnica apabullante, no hay excesos de virtuosismo, Crimson viaja por otros carriles, heavy metal del futuro, free rock demoledor e influyente que sin perder estirpe progresiva plantaba bandera en los 90 desde Buenos Aires. La experiencia argentina fue tan satisfactoria que Fripp confirmó las fechas de grabación en los estudios Real World, propiedad de Peter Gabriel, para registrar un nuevo álbum. THRAK fue lanzado en abril de 1995 y amplió con nuevos títulos la leyenda de la banda iconoclasta.   

A pocos días de la serie de shows en el teatro porteño, Hernán Núñez llevó a Robert Fripp al Broadway con la idea de mostrarle los avances en las obras de la antigua sala céntrica. “Habíamos trabajado mucho en la restauración de camarines, escenario, backstage, pero en especial me interesaba que viera la gran marquesina que habíamos instalado. Al llegar no había marquesina, ni afiches, ni nada. La producción local de YES había bajado todo e instalaron lo suyo”. La imagen del guitarrista, observando el frente del teatro en donde King Crimson volvía a la vida activa, congeló por un instante el tránsito de calle Corrientes y la respiración de Hernán Núñez. “Robert, inmutable, me dice: ‘¡parece que nuestro competidor está nervioso!’”.