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martes, 5 de septiembre de 2023

A 47 años de Adiós Sui Generis

Fueron dos shows el mismo día: 5 de septiembre de 1975. Charly García y Nito Mestre decían adiós al dúo más exitoso del muy joven rock nacional. Cómo se gestó el espectáculo en el Luna Park, la noche previa de los músicos, la censura, el tema “prohibido” que cantaron y el accidente en La Curva de la Muerte que marcó el final definitivo.
Desde muy temprano, la gente empezó a hacer fila. Faltaban más de doce horas y la manzana del Luna Park estaba abrazada por jóvenes que esperaban, pacientes y abrigados, que las puertas se abrieran. El grupo más exitoso del (muy) joven rock nacional se despedía.

La propuesta, diseñada por Jorge Álvarez, era ambiciosa. Hasta parecía demasiado ambiciosa para el momento. Show de despedida, disco doble y película. Algo que no había intentado (tal vez ni siquiera imaginado) ningún grupo local. Cuando Charly García y Nito Mestre le dijeron a Álvarez (ex editor, ex dueño de Mandioca y en ese momento director de Talent, sello de Microfon) que Sui Generis se separaría, no quiso creerlo. Hizo todo lo posible para convencerlos de que se trataba de una locura, de que el éxito que tenían no lo iban a poder replicar. Pero los músicos se mostraron inflexibles.

Charly ya había tomado demasiado vuelo y no quería quedar encorsetado en el grupo. Por el otro lado, el crecimiento de García iba dejando cada vez con menos espacio al talento de Nito. El tercer disco del grupo no había conseguido tantas ventas como los anteriores, habían tenido problemas con la censura y la seguidilla de presentaciones (teatros, clubes, boliches, ciudades, pueblos) los había desgastado.

“No pasaba nada nuevo y, entonces, como último intento planeamos hacer unos shows los domingos de julio, por la mañana en el Astral, para que fueran a vernos los chicos a los que no dejaban salir de noche. En el primer show salió todo mal. El sonido estuvo horrible, fue un día de lluvia y no vino mucha gente. A Rafanelli, el bajista, se le rompieron dos cuerdas. Ese día fue que con Charly decidimos separarnos”, contó Nito Mestre al diario Clarín al cumplirse 40 años de los conciertos.

“Era demasiado joven y no la pasaba bien. Era como una fiesta en la que todos disfrutan menos el anfitrión. No me quería casar con nadie. Y menos con Nito”, explicó García tiempo después.

Se fijó el 5 de septiembre de 1975 como fecha. Se pusieron a la venta 11.000 entradas que se vendieron a gran velocidad. Show agotado en tiempo récord en una época en que la venta anticipada no estaba arraigada. A pesar de eso se imprimieron otras 5.000 entradas. El Luna Park, para ser un estadio cubierto, mostraba una extraña flexibilidad. Se producía el milagro de que con la capacidad totalmente vendida pudieran aparecer varios miles de lugares más. En la popular, el público estaría (mucho) más abarrotado. Una vieja leyenda sostiene que antes de abrir las puertas del estadio, en estas ocasiones especiales, Tito Lectoure mandaba regar los escalones de las tribunas con agua y desinfectante para evitar que la gente se sentara y así expandir la capacidad.

Vendido también ese remanente, se abrió otra función. Pero el Luna Park al día siguiente tenía boxeo. Así que se dispuso que habría dos recitales en el mismo día. A las 20 y a las 23. Una vez terminado el primero se desalojaría a la gente para darle ingreso a los que esperaban afuera. Esa noche más de 26.000 jóvenes presenciarían la despedida de Sui Generis.

La noche anterior, Nito se alojó en un hotel cercano al Luna. Cuando bajó a desayunar a un bar se sorprendió al ver las largas filas. Charly fue con un amigo unas horas más tarde. Con el auto dieron varias vueltas alrededor del estadio asombrados por la ansiedad de los miles de espectadores.

La leyenda sostiene que Charly ese día fumó 27 porros. “Dimos varias vueltas en el Citröen de un amigo. Fuimos temprano para ver a la gente. No sé si fueron 27, pueden ser 26, pueden ser 28; más de 20 seguro. Y pegaba, en esa época...” contó Charly a los periodistas Daniel Riera y Fernando Sánchez en una conversación que se compiló recientemente en el muy interesante García. 15 años de entrevistas con Charly (1992-2007).

La revista Pelo, el medio de rock más importantes durante décadas, siguió el proceso de la despedida en varios de sus números de ese año (la colección completa se puede consultar en la web). Hubo entrevistas con los cuatro miembros del grupo, con Charly y Nito por separado antes y después, reseñas del disco, publicidades (aprovechando el diseño de Juan Gatti para todo el proyecto de Adiós...) de los shows y de los discos, crítica de los shows y hasta una editorial.

Con el título de “El Portentoso Adiós”, el artículo escrito seguramente por Daniel Ripoll o por Juan Manuel Cibeira sostenía: “El recital de despedida de Sui Generis en el Luna Park fue la mayor fiesta que hayan tenido los amantes y defensores de la música con actitud progresiva en mucho tiempo. El doble recital se convirtió en un hito de un valor fundamental para la música de rock. Que eso es lo cierto, no lo demuestran las alabanzas, sino el tratamiento que le dio la prensa en general a un acontecimiento que se resistieron a comprender. Ese sentimiento de solidaridad, de unión, esa multitud que se reúne por placer que nadie hoy en la Argentina es capaz de reunir fuera del rock, Y eso es lo que molesta. Sui Generis es, desde ese día, el grupo musical más importante que haya tenido alguna vez la Argentina”.

Cuando se refiere al impacto en el resto de la prensa está haciendo referencia velada a los diarios vespertinos que demonizaban al rock y a los que concurrían a los recitales (La Razón en uno de sus artículos mandó a bañarse a gran parte del público de Sui Generis) y también a las revistas de actualidad. La revista Gente le dedicó varias notas al evento. “Qué mambo, loco, qué mambo (metieron más gente que Gardel)” se tituló la cobertura fotográfica. Unas semanas después, la misma publicación le hacía una entrevista a Charly en solitario y el título era “Serio, talentoso, ídolo (olvídese de la pinta)”.

Los grandes grupos de la primera generación del rock nacional se habían separado. Los Gatos, Almendra, Pescado Rabioso, Manal. Sui Generis en poco tiempo consiguió expandir la base del público de esa música en Argentina. Fueron tres años intensos en los que se fue configurando lo que vendría después. La propuesta (y el éxito) no conformaban a todos. Por un lado, los ajenos a ese mundo seguían viendo a los rockeros como una amenaza; y los de adentro no estaban convencidos todavía con la propuesta, veían al grupo como “blando”.

Luis Alberto Spinetta habló del tema con Eduardo Berti muchos años después: “La música de Sui Generis nunca me gustó. Me pareció siempre una música carente de swing. Al lado de la de Almendra me parecía algo tipo María Elena Walsh, pero a partir de ‘Tango en segunda’ y de la propuesta de La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán me fui acercando, me empezó a gustar cada vez más su música y hoy pienso que Charly es un verdadero monstruo de la canción de acá y de todos lados. Un compositor increíble”.

Otro efecto no siempre ponderado de Adiós Sui Generis: los medios comenzaron a escribir bien Charly; dejaron ya de llamarlo Charlie.

Cuando se produjo la ruptura el grupo estaba planeando su cuarto álbum que se iba a llamar Ha sido (enmascarando el verdadero nombre: Ácido). Varios de esos temas aparecieron luego en el repertorio de Charly y de Nito: Fabricante de mentiras, Eiti Leda (entonces Nena), Bubulina, Alto en la Torre o El Fantasma de Canterville (consignado como de Canterbury en la película).

El repertorio incluyó temas de todos los discos y otros inéditos. La lista no fue complaciente aunque, naturalmente, no faltaron los hits. Confesiones de Invierno, Aprendizaje, Canción para mi Muerte, Rasguña las Piedras y ese milagro compositivo para un chico de 22 años que es Cuando ya me empiece a quedar solo. Tocaron temas también que habían quedado fuera de Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones.

Botas Locas era uno de esos que se había caído del tercer disco. Por sugerencia de Jorge Álvarez, decidieron quitar la canción para evitar la censura (pero en su lugar entró una gema como Tango en Segunda). Esa noche recién la tocaron en el segundo show. Fue un gesto que mezcló la osadía con la precaución. La evitaron en la primera función para asegurarse la segunda. Temían ser detenidos. Pero al tocarla cerca del final del segundo recital garantizaban que ya lo más sustancial lo habían podido realizar.

“Si se pudría todo, ya estaba medio cocinado el asunto”, escribió Di Pietro. No era paranoia. El clima de la época era feroz. Y un antecedente muy reciente, con sólo un mes de antigüedad, los había puesto en alerta. En una presentación en Montevideo tocaron la canción (Yo formé parte de un ejército loco/tenía veinte años/ y el pelo muy corto...) y toda la banda -los músicos, los técnicos y los de producción- terminaron en el calabozo.

Interrogado Charly por el comisario uruguayo sobre la letra, él se puso a cantarla. En uno de sus golpes de genio modificó la letra en ese momento: “Si ellos son la patria/ yo me juego entero”. Transformó, con un pase de magia lingüístico, una canción de protesta (el verso original dice: yo soy extranjero), un alegato contra el militarismo y la colimba en un panfleto nacionalista.

En esa línea se adscribía la crítica del film que apareció en la revista católica Esquiú que finalizaba con esta sentencia: “Vea los sábados por la noche la Orquesta Sinfónica Juvenil de Canal 9 y seguirá creyendo en la juventud”.

Con el tiempo Adiós Sui Generis (la película) se convirtió en un clásico de las funciones de medianoche de algunos cines porteños como también sucedió con otros films musicales. A fines de la década del ochenta, Fernando Samalea y el Zorrito Von Quinteiro arrastraron a Charly a uno de esas salas céntricas. Según contó Samalea años después, apenas habían pasado unos minutos de la proyección cuando Charly quiso levantarse de su butaca. No soportaba verse ni escucharse. Sus músicos lo convencieron de quedarse a ver toda la película.