martes, 24 de enero de 2023

Oscar Moro: El baterista más icónico del rock nacional

Un 24 de enero de 1948 nacía en Rosario, Santa Fe, quien fuera considerado el mejor baterista argentino. Su obra, su legado y su paso por Necochea en el recuerdo de los músicos locales que lo acompañaron.
El rock nacional está plagado de artistas cuya pasión incendiaria moldearon para siempre el sonido que vino después. Como si las vibraciones que emitían sus instrumentos fuesen un manifiesto o mandatos a seguir en un futuro cercano y no tanto. Oscar Moro fue uno de esos artistas.

Desde muy joven se vinculó a la música. En su ciudad trabó relación con Los Gatos -primero con Kay Galiffi y luego con Litto Nebbia y Ciro Fogliatta- y fue con ellos con quienes inició el primer gran éxodo de rosarinos que conquistarían Buenos Aires. En ese primer rock beat comenzó a desandar su técnica veloz, potente y con juegos estilísticos que lo diferenciaban del resto de los bateros. Moro era alguien a quien escuchar.

Tras la disolución de la banda, en una escena no tan desarrollada comercialmente aún, Moro se encontró sin proyecto ni porvenir claro y, en el rebusque, trabajó un tiempo de chofer de transportes escolares. Fue Color Humano quien lo devolvió a su pasión y de allí no paró. En ese grupo, junto a Edelmiro Molinari, desarrolló una forma de tocar que alcanzó picos inesperados. Los complejos arreglos de Molinari combinaban a la perfección con la meticulosidad y la obsesión de Moro por su instrumento. Por aquellos años fue el primero que se atrevió a la batería doble bombo en Argentina.

Ya en los 70, Oscar Moro era el baterista más requerido por todos los músicos: con Litto Nebbia formó parte de Huinca y luego, con Charly García, La Máquina de Hacer Pájaros. Su versatilidad lo llevó al siguiente proyecto de Charly: Serú Girán, junto a David Lebón y Pedro Aznar. El Jazz Rock y el Rock Progresivo no parecían tarea difícil para el todopoderoso Moro, quien seguía dándole golpes a los parches, moldeando un legado inconmensurable.

En los años 80 vinieron Riff, junto a Pappo, donde demostró que su impronta no conocía de límites y podía llevar las riendas del heavy metal. Luego participó en la banda de Alejandro Lerner y estuvo en la vuelta de Serú Girán y de Color Humano, a principios de los 90. Revolver fue su último proyecto nombrado.

En paralelo al brillo de su obra, en las sombras el alcoholismo hacía estragos en su vida y lo terminó alejando de los escenarios a fines de los años 90. Su salud se iba deteriorando y sus apariciones en vivo eran cada vez menos frecuentes .

En sus últimos años de actividad compartió escenario con algunos músicos necochenses. Gustavo Sunino, director de la escuela de rock Submarino Amarillo y ex director de Cultura de la ciudad, rememora: «Lo que más me llamó la atención, y dije: ‘no puede tener esa potencia’, fue cuando le pegó al bombo. Ese golpe era otra cosa. Fue como un tiro libre de Maradona». Y agrega: «Tenía un ritmo impresionante y siempre estaba a tempo. Tenía un sonido que lo hacía diferente».

En aquel momento, año 2005, Moro compartió escena también con María Pellejero y Juan Pellejero en El Remolcador.
María suma voz a la narración y relata: «Se quería divertir tocando. Quería hacer repertorio de amigos». Cuenta que a los integrantes de El Remolcador les decía «Pappo, Litto y Alfredo» como a Los Gatos, al momento de tocar y expresa, con dulzura: «Era un tipo super afectivo». «Para mí, el mejor baterista del mundo», sentenció.

Fernando Limbatto, músico necochense, tocó en dos oportunidades junto a Moro y a Alfredo Matar en otra batería. «Vino a través de Matar, que tenía relación con él y lo invitó a pasar unos días en Necochea», relata. «La llegada de Oscar fue todo un acontecimiento para mí, porque yo era fanático de él desde los 17 años. Tocar con él era un sueño prácticamente inalcanzable para mí, hasta ese momento».
Sobre su destreza, narra: «El sonido del redoblante marcando el ritmo estaba intacto. Por más tiempo que haya pasado, el tipo seguía tocando de la misma manera». «En una prueba de sonido empezó a tocar la base de ‘Autos, Jets, Aviones, Barcos’ de Serú Girán, que era una cosa muy compleja, de ritmos brasileros y candombe con rock fusión, algo muy muy difícil y se me caían las lágrimas».

El 11 de julio de 2006, tras un período de varios años con una salud endeble, Oscar Moro falleció en su casa de Palermo, acompañado de su mujer Regina y su hijo Juanito, también baterista. Lo sobrevive un legado implacable.

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