El camino de Duki lo llevó, en tan solo nueve años, de batallar en competencias de plazas a convertirse en uno de los artistas más jóvenes en dar un show en el estadio de Vélez Sarsfield. Sin embargo, lejos de ser una celebración aislada por el hito histórico, el primero de los cuatro recitales que tiene pautados en la cancha del Fortín fue una especie de exaltación del proceso y todas sus etapas. Las más de cuarenta canciones y todos los invitados que pasaron sobre el escenario estuvieron al servicio de un recorrido, con mejores momentos que otros, que fue desde sus primeros singles de trap más duro hasta la última temporada de reggaetón, haciendo dialogar al Duki germinal con el actual. «Gracias por este momento, no lo puedo creer», dijo al comienzo. «Me acabo de dar cuenta de dónde estoy parado hace 10 minutos y no lo puedo creer».
Entre humo, llamas y fuegos artificiales, Duki abrió el show con «Givenchy», uno de sus últimos lanzamientos en donde buscó, además, reconectar con sus inicios en el trap: «Estábamo’ abajo y ahora estoy en alta / Si no se corren, el Duko lo’ aplasta«, plantó bandera e infló el pecho. Pero, inmediatamente, mientras el estadio entero era quien pasaba a cantar la canción, el tema fue cortado intempestivamente para darle lugar a ese Duko iniciático, tóxico, agresivo y mugriento de «Rockstar» y «Si te sentís sola». Sin embargo, el furor emocional lo llevó constantemente a agradecer y hablar mucho entre temas, impidiendo generar el clímax entre la gente, la música y la banda durante el inicio. «Cuando me cruzo con alguno de ustedes y me dicen ‘tu música me cambió la vida’, quiero decirles que ustedes hayan escuchado mi música me cambió la vida a mí. No quiero decir boludeces, cuando me pongo sentimental me siento un gil».
Si desde el comienzo del show, Duki trazó un puente directo con sus primeras canciones, esas que ayudaron a cimentar el movimiento, al llegar a «Vuelta a la luna» y «Quavo» quedó en evidencia la falta de Neo Pistea e Ysy A, los dos grandes ausentes de la noche. «Están de gira, no pueden estar los dos acá. Yo sé que ustedes quieren ver a Modo Diablo, ya va a suceder. La mitad de la culpa de que yo esté aca es de ellos dos», dijo. Sin embargo, a partir de ese momento, lo que comenzó a entrar en tensión fueron las figuras de ese mismo Duki, el de camperón de Milan que devoraba pastillas y se chocaba de frente contra la pared del estrellato vertiginoso contra el actual, el Mauro profesional y enfocado que sabe lo que representa para una generación y que musicalmente se permite licencias de reggaetón pop edulcorado y de fórmula para liderar los rankings. De hecho, una presentación en video a pantalla dividida de estas dos facetas como si fuesen dos boxeadores distintos sirvió de transición para que, de un momento al otro, Duki sorprendiera a todos subido arriba de un ring en medio del campo para hacer «Hello Cotto».
Al celebrar el proceso como búsqueda, el nuevo Mauro demostró el crecimiento escénico recolectado en un sinfín de presentaciones durante todos estos años contrastado con ese Duki que ocultaba sus defectos como performer excusado en la inexperiencia: ahora se mueve en el escenario con autoridad, aire y soltura. A todo esto, además, le sumó un flow pulido y natural que despliega casi en demostrar esfuerzo en canciones como «Chico estrella» o «I dont know». A partir de allí, luego de esa lectura personal, lo que siguió fue el desfile de invitados. En una carrera construída de forma colectiva a fuerza de colaboraciones, Duki festejó su propia historia pero también la de los suyos y fueron ellos quienes demostraron su agradecimiento y admiración a medida que participaron: Rei, CRO, Obie Wanshot, Lucho SSJ, en primera instancia. Rusher King, FMK, Lit Killah y Emilia después, en el momento donde el show se desinfló en intensidad e intenciones con temas como «Además de mí» o «Interestelar», después de haber quemado las naves en la primera hora.
De hecho, la máxima representación de ese espíritu colectivo fue, con Khea, Obie, CRO y Lucho en escena, el momento de «Tumbando el club», la canción que resumió el momento de explosión del trap argentino e hizo las veces de carta de presentación e himno del movimiento. Desde ese momento el show quedó reservado para el disfrute de la internacionalización de la figura de Duki como artista. La visita de Rels B desde España, el ft con Eladio Carrión desde Puerto Rico, «Ya me fui» con la participación de Nicki Nicole y la aparición fugaz pero concreta de Bizarrap para «Malbec» coronaron la noche. Y fue el mismo productor estrella el que resumió el paso de todos los invitados por escena y el valor de Duki como punta de lanza y como persona: «No tengo palabras. Sos el uno. Gracias a vos muchos estamos donde estamos. Nunca me voy a olvidar», dijo.
El debut de Duki en Vélez de cara a sus cuatro fechas fue la coronación del crecimiento personal y profesional que Mauro tuvo a la vista de todos. Y ese estadio de fútbol con 40 mil personas no se explica sin El Quinto Escalón, sin la Mansión, sin Modo Diablo, sin las frustraciones, sin los excesos y la limpieza, sin la familia, sin las canciones intrascendentes, sin las colaboraciones y sin los hits construidos al fuego de su entusiasmo. Ese estadio de fútbol con 40 mil personas no se explica sin el trap, sin el boombap y sin el reggaetón. Pero su importancia no fue el estadio en sí mismo, sino el proceso y todo lo que sucedió para estar allí. Para el final, cómo despedida, Duki pidió que lo acompañen para cantar «She dont give a fo», el tema que lo catapultó a la viralidad y lo posicionó como el referente de un movimiento pujante. Y como el tiempo y el show fueron circulares, fue el pasado el que se conectó con el presente al retomar el «Givenchy» interrumpido al inicio. Y después de la Temporada de Reggaetón vienen la Temporada de Diablos, y quizás Mauro traiga allí, de vuelta, algo del Duki que lo trajo hasta acá.