Medio siglo después de su grabación, el disco debut de Pescado Rabioso todavía resulta un álbum fulgurante, violento, místico y político a la vez, e ilumina una senda para una banda con un combustible rockero inoxidable. Y es el modo que encontró Spinetta para continuar en altura luego de Almendra.
Difícil decir si hay en Argentina un power trío más eficaz en su contundencia como el que armó Spinetta para la banda que se llamaría Pescado Rabioso. Vino justamente a alterar la escena cuando corría 1972; aunque otras formaciones también ponían su nota de rock potente, se jugaban más sobre una rítmica que incluía el jazz, aires tangueros, baladas urbanas o rioplatenses, como era el caso de Aquelarre, Color Humano o Manal, esta última ya desmembrada pero con la aparición de un exquisito disco compilatorio.
El Flaco Spinetta, algo desahuciado luego del final de Almendra, recién llegado de un paseo o huida por el exterior y con un clima citadino cada vez más complejo –porque la dictadura iniciada por (Juan Carlos) Onganía en el 66 y continuada como Revolución Argentina por (Alejandro Agustín) Lanusse imponía una estructura represiva para intentar frenar el accionar de las organizaciones políticas armadas–, y con algo de surrealismo bebido de las fuentes de (Antonin) Artaud y (Arthur) Rimbaud en su viaje a Francia, armó muy rápido un trío que se las traía en serio.
Juan Carlos Black Amaya, un batero que tocaba con Pappo fue el primer elegido por el Flaco porque le había gustado mucho su estilo crudo y sutil a la vez, al que se sumaría Osvaldo Bocón Frascino, que era también guitarrista del rey del blues argento Norberto Napolitano. Lo que buscaba el Flaco era un ensamble de rock duro, blues, psicodelia, riff sugestivos y contundentes, un climax musical que ya con suficiencia se escuchaba en el Jimi Hendrix Experience, y sin ninguna duda en varios pasajes de Led Zeppelin o Deep Purple aunque fueran cuatro los monos.
Un material explosivo en concepción y esencia
Pescado inaugura un sonido inédito en su formato, ya que cataliza un proceso o una reacción de esos géneros con fuerza y sentimientos, algo que no abundaba en la Argentina de esos tiempos y que además exhibe una lírica directa sin perder esencia poética –Luis Alberto no hubiera podido prescindir de tal cuestión–, aludiendo a esa espesa niebla que cubría el país y anunciaba mayores turbulencias.
Es como si el Flaco hubiera escarbado más sobre las promesas que tallaban ya en el disco doble de Almendra –un rock más sofisticado en su densidad y pureza– y hubiera agrupado fuerzas para canalizar en esa formación básica. Al principio vino de ensayos para encontrar la “justa medida” –sobre todo porque Bocón Frascino se sentía guitarrista y el bajo lo perturbaba un poco– pero ya para la primavera de 1972 Pescado contaba con un atendible rodaje en vivo en no pocos lugares del orbe porteño. Así que ahí nomás grabaron Desatormentándonos, un material explosivo en concepción y esencia y un prometedor debut discográfico.
Temas impresos en el mapa del mejor rock nacional
El primer track se llamó “Blues de Cris” y todos coincidieron en que era el tema con que el Flaco se despedía de su primer amor, Cristina Bustamante, inspiradora de “Muchacha ojos de papel”. Una canción personal pero afincada ya en esa espesura extraordinaria que producía el trío. Otro temazo fue “El jardinero (temprano amaneció)”, donde el Flaco arma una batahola rítmica con una viola movilizada por una paleta de efectos sobre la pared de amianto de bajo y bata. Su voz alcanza agudos tan increíbles que casi chirrían y la letra, claro, desarrolla escenas deprimentes, a tono con las sensaciones que mantenían en vilo no solo a los músicos.
Después sigue la joya del disco, “Dulce 3 Nocturno”, una cadenciosa y encantadora balada acústica con unos momentos sublimes que se anuncian en clave de suspenso. En la composición participaron los tres músicos y los primeros acordes los arrancó Black Amaya mientras aprendía a tocar la guitarra, es decir, casi una clínica que avanza despacio para atravesar luego un hipnótico pasaje de calma estridencia.
“Algo flota en la laguna”, con una letra inspirada en un viaje a Bahía (Brasil), del Flaco, tiene también ese hard psicodélico de guitarras intensas tocadas con velocidad y frescura apabullantes.
Y luego el poderoso trío vuelve a las andadas con un cuarto integrante, Carlos Cutaia, para darle forma a “Serpiente (viaja por la sal)”, otro tema largo y exultante que preanunciaba lo que seguiría en los dos impresionantes álbumes siguientes, Pescado 2 y Artaud. Casi 10 minutos de variaciones sofisticadas con el órgano Hammond de Cutaia contribuyendo con notas cautivantes tan melancólicas como siniestras.
En 1988, el mismo Spinetta le había dicho a Eduardo Berti en su libro Crónicas e iluminaciones: “Yo quería hacer una música aún más violenta que las del segundo disco de Almendra. Pescado, y en especial el primer disco, eran un despegue declarado respecto de Almendra. Si bien Almendra me había permitido llegar a ese lugar, creo que con Pescado intenté romper la ternura y el eje sensible de Almendra”. Una escucha actual de Desatormentándonos sostiene esa premisa hasta el último acorde.
Hoy, a cincuenta años de su factura, todavía resulta un álbum fulgurante, violento, místico y político a la vez, que ilumina una senda para lo que se convertiría en una banda con un combustible rockero inoxidable. Y por supuesto, la fórmula infalible que encontraría Spinetta para continuar en altura luego de Almendra.